3 sept 2009

Desde mi ventana, son más bonitas las noches...


Yo vivo en un tercero, en un barrio mas o menos céntrico, en general, los edificios no superan las tres o cuatro plantas y desde mi ventana se ve variedad, veo 7 edificios cercanos y no sólo veo los edificios sino también sus habitantes.

La rubia y su marido viven en el ático de un edificio recién terminado, tienen una gran sombrilla y todas las noches cenan en el patio, son los que tengo más cerca, ultimamente nos acechamos con naturalidad, ellos se apoyan en el muro para mirar a casa y yo hago lo mismo, a la inversa desde el ordenador. Un día la chica que vive allí invitó a mi madre a tomar un café y otro día la llevó al trabajo, pero jamás se ha comentado nada de nuestros intecambios visuales, ni siquiera han comentado ser vecinas.

Los fiesteros están en otro ático, cada dos o tres meses hacen una gran fiesta, hace un tiempo en una de las fiestas, interrumpió algún ex-novio dolido, se escuchaban gritos del estilo de "Ramón, no subas que llamo a la policia"o "vete Ramón, que estás muy bebido", como podrá imaginarse, terminó todo con la policia abajo, la fiesta en un simple murmullo y Ramón abandonando el lugar en patrullero, desde esa noche, sólo se reúnen para hacer tai-chi.

El resto de vecinos son más simples, esta la madre que saca al bebé al balcón (para que respire y no tener que bajarlo a la placita), el tio del tatuaje que se asoma en calzoncillos, el patio de los chinos que a veces huele extraño y la adolescente que baila subida a la cama.

Pero sin duda, de cada uno de los vecinos "el pelado" es mi favorito, no está muy cerca, pero lo suficiente como para saber que es pelado. Siempre esta asomado a su ventana, no se si habla por el móvil o sale a fumar un cigarrillo, la primera vez que lo vi, estaba yo tranquilamente cambiándome cuando vi su calva deslumbrante, salí corriendo a cerrar la persiana, desde ese momento siempre compruebo que esté, siempre está, al principio se asomaba uno o dos veces pero después vi que se asomaba cada vez más, incluso llegué a ver dos o tres personas junto a él, mirando para aquí, como si nuestra casa se hubiera convertido en un Gran Hermano público, a veces los imagino con un gran bol de palomitas intentando adivinar nuestros movimientos. Hace unos días que no lo veo y aunque me cueste reconocerlo... le empecé a tomar cariño.

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